domingo, 9 de octubre de 2011

Dime qué llevas en el carro de la compra y te diré cómo eres

Quizás mi deformación profesional hace que me fije de forma insistente en lo que la gente compra, y por ende, lo que lleva en sus carros y cestos de la compra.

El acto de comer no sólo responde a una necesidad biológica que debemos cubrir, sino que también se encuentra íntimamente ligada a nuestra vida psicológica y emocional.
De esta forma, alimentarse se encuentra también relacionada, conexionada y estrechamente vinculada a nuestras experiencias previas (tanto familiares como relacionales), nuestros aprendizajes, valores, creencias, necesidades, sentimientos...así cómo al significado que le otorgamos a los acontecimientos que se dan en nuestro ciclo vital y nuestra experiencia.
Esto que digo no es más que afirmar que no todo el mundo ve, entiende y siente de igual forma, y que este fenómeno es totalmente extrapolable a la alimentación y al acto comer.

Si me pongo el traje de antropóloga alimentaria podría decir, como no, que la alimentación sucumbe a un proceso de construcción sociocultural. Así, cada vez que realizo un trabajo de campo yendo al supermecado para comprar los alimentos que me son accesibles, responden a mi gusto y construyo como necesarios en mi día a día, también hago ese ejercicio de deconstrucción con la comida de los otros. Los carritos de la compra en general responden a la sociedad cotidiana, su imaginario, sus representaciones, sus valores, y también sus contravalores.

Por desgracia la gran mayoría de carritos de la compra que observo están llenos de productos manofactorados ya listos para ser consumidos, quizás como una respuesta al ritmo incesante de nuestra sociedad, o quizás como respuesta a ciertas emociones no cubiertas que luchan contra el hemisferio más racional para evitar caer en el olvido.
Bebidas refrescantes cargadas de azúcares, bollería y productos refinados (cereales y barritas de desayuno, galletas, bollos, pastelitos, chocolates, helados, aperitivos dulces, etc.) repletos de grasas saturadas y grasas tipos trans nitrogenadas.
Aperitivos salados (patatas fritas y otros productos parecidos) así como conservas de todo tipo ricas en sal y sodio, embutidos y otros fiambres que parecen sustituir las carnes y pescados frescos de la dieta.

Es curioso observar que dependiendo de donde esté situado el supermercado o mercado, y por lo tanto determine una barriada y un colectivo de gente perteneciente a una clase social u otra, este carrito cambia. Al igual que si éste va acompañado sólo de una pareja o de una pareja con hijos, o bien se trata de un carrito cuyos dueños son sólo hombres o mujeres, o bien ancianos. No podría dejar de comentar la diferencia también observada en carritos immigrantes, donde los horizontes locales y globales se funden para dar cabida a un patrimonio gastronómico descentralizado y deslocalizado. Así, observamos que la alimentación es producto también de relaciones sociales; con el ecosistema, con la clase social, con la tecnología, con el ciclo de la vida en el cual te encuentres, con el género, con la economía, con el país de origen, y por ende tu cultura, etc.

Sinceramente, echo de menos, recuperar una alimentación basada en alimentos frescos, donde la señora cajera no haga comentarios de tipo "caramba!, cuánta verdura y fruta llevas..."

3 comentarios:

  1. Felicidades Ruth!
    También yo, aunque desde una perspectiva menos clínica, me he planteado muchas veces cómo lo que comemos y lo que no, forman parte de una construcción que nos define y contextualiza.

    Cómo futuro dietista, encuentro que deben de haber pocas cosas aparentemente tan superficiales pero en realidad tan profundas como el tipo de alimentación que cada uno tiene. Ese "carro de la compra" que nos describías lleno de símbolos culturales es a mi entender una parte muy íntima de nosotros, ahora expuesta ante todos en las más diversas formas, tamaños y colores y precios.

    Que herramienta más interesante la psicología, aplicada al ámbito de la nutrición, verdad?
    Ah! y hablando de nutrirse, el brownie ya me lo he empezado a comer! aunque aún no se si me lo acabo yo o es él el que acaba conmigo...

    Lo dicho, felicidades y espero poder seguir leyendo tus reflexiones.

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  2. Efectivamente David, que gran binomio el de alimentación y psicología... y que gran recurso para poder aplicar socialmente.

    Un saludo!

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