domingo, 30 de octubre de 2011

La vida detrás de un brownie de chocolate

Como ves no te engaño.... justo estoy colocada detrás de ese magnífico y perfecto brownie de chocolate. Lista para, literalmente, hincarle el diente y dejar que el sabor amargo de un buen chololate se derrita en mi boca y se deslice por mi garganta, activando receptores cerebrales que ordenan compulsivamente el deseo de otra cucharada... Sin duda un placer!

Pero por qué también casi de forma automática se activa un sentimiento de culpa- que dependiendo de la persona, de sus experiencias y sus significados- martillearán más o menos su consciencia?. Esta culpa-pecado, que sobre todo afecta al sexo femenino, es el resultado de la construcción social del trinomio belleza, cuerpo y comida.
Parece que el hecho de comer ciertos alimentos, algunos realmente calóricos, otros también socialmente construidos como tal, estimulan una representación negativa de nuestra autoimagen.

A la misma vez, y por desgracia, esta autoimagen está constituida por la suma de tres imágenes; la imagen física- a la cuál le otorgamos un peso mayor- la imagen de nuestra personalidad, y la imagen de nuestras aptitudes. Pero seamos sinceros, la mayor parte de las personas de la sociedad asientan su calidad emocional y su valoración personal en esta dichosa imagen física; imagen que ha sido gestada y catalizada por los significados y valores que la sociedad ha producido a través de mensajes y conductas relacionados con la estructura corporal (una en concreto) y la belleza; hay que estar delgado para ser aceptado!!.
No es de extrañar entonces, que ciertos comportamientos- valorados como conflictivos o erróneos para mantener esa deseada estructura física y por ende nuestra autoestima- nos genere sentimientos negativos de culpabilidad.

Yo hace tiempo que decidí ver el mundo detrás del brownie, básicamente porque si me coloco delante de él me quedo de espaldas al mundo, y me pierdo todas aquellas cosas maravillosas, positivas y negativas, que tiene la vida. Y sí, es cierto que la imagen física de todos nosotros tiene un peso importante, es nuestra carta de presentación y el escaparate donde los ojos de la sociedad se fija, es el lienzo con el que nos mostramos al mundo y le hacemos saber cómo pensamos y de que forma sentimos, pero no nos olvidemos de que de forma natural y filogéneticamente está programado para cambiar y envejecer. Nuestra personalidad y aptitudes- las gran olvidadas- deben ser cultivadas desde pequeños y no cuando nos damos cuanta de todo esto. El trabajo personal empieza ya desde pequeños, desde casa con la familia, la escuela, los amigos, y en general con cualquier práctica social.

Cómo te quieres comer tú el brownie? Delante  o detrás de él? Yo lo tengo claro, y eso no me exime de sentir culpabilidad (en cierto grado), pero me niego a sucumbir a este burka occidental de la talla 36, tal y como apunta la escritora marroquí Fatema Mernissi. Sucumbir implicaría dejar de hacer, ser y comer cómo soy, y no estoy dispuesta a pagar ese precio. Prefiero disfrutar de estos placeres de la alimentación y controlar el legado cuerpo-comida-belleza de mi conciencia con una alimentación equilibrada en su conjunto y con la práctica de deporte de forma regular, que además me hace disfrutar.  :-)

Soy consciente de que no todo el mundo está dispuesto a decidir cómo quiere comerse el brownie, y de hecho hay personas que hoy por hoy no lo podrían decidir libremente, por desgracia otras se negarían a comerlo directamente. El darse cuenta de todo esto (awareness), es el camino hacia el cambio.

jueves, 20 de octubre de 2011

Cuando comer de manera sana, puede matar...

¿Cuándo la alimentación saludable cruza el camino entre lo conveniente y lo obsesivo?

¿Cuándo las personas utilizan esta necesidad de controlar los alimentos que consideran impuros por estar elaborados, cultivados o criados con productos y/o elementos artificiales, como una manera de sentir y ser en el mundo?

Hasta dónde una persona es capaz de restringir, manipular y en casos extremos eliminar grupos alimentarios considerados industriales; o hasta dónde es capaz de sacrificarse a nivel orgánico, social, familiar e interpersonal por seguir una dieta concreta, o una conducta saludable?
Así los productos orgánicos, probióticos, ecológicos, sin grasas, cultivados ecológicamente y sin sustancias artificiales, como también las conductas relacionadas en cómo se preparan estos alimentos, a qué horas, en qué sitios, de qué forma, etc. pueden acontecer un grave problema en el devenir del día a día de una persona, distorsionando otras actividades también importantes.

Es nuestra sociedad una apología del culto al cuerpo bajo el lema oculto de "saludable"?

Preguntas que se pueden responder, como la gran mayoría de cuestiones que se dan en la vida, de forma diferente dependiendo del sistema de significados y de la experiencia personal de cada persona.
Des de mi punto de vista, y más allá de una perspectiva profesional, deberíamos preguntarnos más de una vez si "tal dieta" o "tal evitar" o "ciertas restricciones" o bien "ciertas obligaciones" que nos planteamos alrededor de la comida y de ciertas conductas alimentarias y de salud verdaderamente responde a una cuestión de salud.
¿Te permites saltarte esa dieta sin que te haga sentir mal?, ¿Te hace sentir culpable no haber podido mantener "x" restricción?, ¿El ejercicio físico se transforma en una obligación para sentirte bien con tu cuerpo-figura, y el no ir al gimnasio se transforma en malestar?

Son preguntas sencillas pero difíciles de responder si se hacen desde la sinceridad. A veces nos es más fácil mantener controlado el entorno para que los miedos y las preocupaciones internas no afloren. Somos nosotros los únicos responsables de flexibilizar y destapar la verdadera génesis de estos comportamientos, ahora bien, no todos estamos dispuestos a aceptarlas... ni siquiera hay gente dispuestas a responder esas preguntas.

Quizás en estos momentos nos es fácil culpar a los valores que inundan nuestro entorno occidental, pero pienso que no todos estamos dispuestos a sucumbir a la espiral y el binomio salud-belleza que nos han querido vender des de hace tiempo.

Cómo decía una canción: "y tú de quién eres?"

lunes, 10 de octubre de 2011

El impuesto de la grasa saturada

Un impuesto saludable para reducir la nueva epidemia del siglo XXI; el sobrepeso y la obesidad, o una nueva forma de recaudar dinero?

El ring está preparado... a un lado tenemos los productos con más del 2,3% de grasas saturadas, contenidas sobre todo alimentos refinados como bollería industrial (pasteles, galletas, bollos, cereales, etc), así como productos de origen animal (mantequillas, margarinas, embutidos, algunos quesos, etc) y productos manofacturados (salsas, comida rápida, fritos y pizzas). En el otro lado del ring tenemos los alimentos ricos en azúcares e hidratos de carbono refinados, así como los productos ricos en sal.
De momento la tasa de impuesto se la lleva el primero, pero la controversia está servida. La comunidad científica, opina que no sólo son estos productos los culpables de tasas de sobrepeso y obesidad elevadas; y la población los vives como una forma más de recaudar dinero y no como una medida para mejorar su salud.

Es triste, pero real que los gobiernos utilicen medidas sancionadoras para concienciar e instaurar hábitos saludables, o medidas para prevenir, mejorar y/o perfeccionar conductas potencialmente dañinas. Por ejemplo, aquí en España hasta que no se multó severamente a los conductores por un índice de alcoholemia elevado, o por no llevar el cinturón de seguridad, o por superar la velocidad permitida, etc. no se empezó a modificar conductas. Y lo peor es que estas conductas no se vivieron a nivel comunitario como medidas para mejorar la seguridad, y por ende la calidad de vida, sino que se modificaron para evitar la sanción económica.

Si realmente el aumento de precio de ciertos alimentos culpables- directos e indirectos- de tasas elevadas de sobrepeso y obesidad, implican una concienciación o al menos un cambio (aunque esté vinculado a una medida tasativa económica) de conductas alimentarias... yo abogo por ellos. 

domingo, 9 de octubre de 2011

Dime qué llevas en el carro de la compra y te diré cómo eres

Quizás mi deformación profesional hace que me fije de forma insistente en lo que la gente compra, y por ende, lo que lleva en sus carros y cestos de la compra.

El acto de comer no sólo responde a una necesidad biológica que debemos cubrir, sino que también se encuentra íntimamente ligada a nuestra vida psicológica y emocional.
De esta forma, alimentarse se encuentra también relacionada, conexionada y estrechamente vinculada a nuestras experiencias previas (tanto familiares como relacionales), nuestros aprendizajes, valores, creencias, necesidades, sentimientos...así cómo al significado que le otorgamos a los acontecimientos que se dan en nuestro ciclo vital y nuestra experiencia.
Esto que digo no es más que afirmar que no todo el mundo ve, entiende y siente de igual forma, y que este fenómeno es totalmente extrapolable a la alimentación y al acto comer.

Si me pongo el traje de antropóloga alimentaria podría decir, como no, que la alimentación sucumbe a un proceso de construcción sociocultural. Así, cada vez que realizo un trabajo de campo yendo al supermecado para comprar los alimentos que me son accesibles, responden a mi gusto y construyo como necesarios en mi día a día, también hago ese ejercicio de deconstrucción con la comida de los otros. Los carritos de la compra en general responden a la sociedad cotidiana, su imaginario, sus representaciones, sus valores, y también sus contravalores.

Por desgracia la gran mayoría de carritos de la compra que observo están llenos de productos manofactorados ya listos para ser consumidos, quizás como una respuesta al ritmo incesante de nuestra sociedad, o quizás como respuesta a ciertas emociones no cubiertas que luchan contra el hemisferio más racional para evitar caer en el olvido.
Bebidas refrescantes cargadas de azúcares, bollería y productos refinados (cereales y barritas de desayuno, galletas, bollos, pastelitos, chocolates, helados, aperitivos dulces, etc.) repletos de grasas saturadas y grasas tipos trans nitrogenadas.
Aperitivos salados (patatas fritas y otros productos parecidos) así como conservas de todo tipo ricas en sal y sodio, embutidos y otros fiambres que parecen sustituir las carnes y pescados frescos de la dieta.

Es curioso observar que dependiendo de donde esté situado el supermercado o mercado, y por lo tanto determine una barriada y un colectivo de gente perteneciente a una clase social u otra, este carrito cambia. Al igual que si éste va acompañado sólo de una pareja o de una pareja con hijos, o bien se trata de un carrito cuyos dueños son sólo hombres o mujeres, o bien ancianos. No podría dejar de comentar la diferencia también observada en carritos immigrantes, donde los horizontes locales y globales se funden para dar cabida a un patrimonio gastronómico descentralizado y deslocalizado. Así, observamos que la alimentación es producto también de relaciones sociales; con el ecosistema, con la clase social, con la tecnología, con el ciclo de la vida en el cual te encuentres, con el género, con la economía, con el país de origen, y por ende tu cultura, etc.

Sinceramente, echo de menos, recuperar una alimentación basada en alimentos frescos, donde la señora cajera no haga comentarios de tipo "caramba!, cuánta verdura y fruta llevas..."